Para el Presidente Uribe Vélez, defensores de derechos humanos son "personas políticamente interesadas que se ocultan detrás de la bandera de los derechos humanos y en última instancia sirven la causa del terrorismo". (Declaración de la Presidencia, 08 de septiembre de 2003). Durante su mandato presidencial, esta práctica de acusación y criminalización de críticos del gobierno ha sido constante. Las dos organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales han sufrido acusaciones de ser "el brazo político de la guerrilla" y de actuar como "portavoces de terrorismo con el objetivo de desacreditar el estado." Entre los acusados han sido Amnistía Internacional, Human Rights Watch y organizaciones colombianas como el CINEPy Justicia y Paz, Comité Permanente de Derechos Humanos. Estas acusaciones del Presidente y su gobierno estigmatizan a todos los que trabajan para defender los derechos humanos. Y, peor aún, estas acusaciones en la mira de las fuerzas estatales y paramilitares. Informes ya han revelado que el servicio de inteligencia presidencial, DAS, ha llevado a cabo operaciones destinadas a desacreditar a una amplia gama de organizaciones no gubernamentales, movimientos sociales y partidos de oposición, (El Espectador, 14 de diciembre de 2009), mientras las organizaciones estigmatizadas por el presidente mismo han recibido amenazas y agresiones de una gama del estado y actores no estatales.
Una estrategia histórica de falta de respeto
Este tipo de acusaciones infundadas no es nada nuevo - ni es su uso de una práctica aislada. Ya en la década de 1980 y principios de 1990, listas de sindicalistas, abogados y defensores de derechos humanos se hacían públicas con acusaciones de subversión y de complicidad con la guerrilla. A veces estas listas aparecerá en diversos canales de comunicación, firmaron por escuadrones de la muerte y en otras ocasiones firmados por los servicios de seguridad del estado se. (Hernando Calvo Ospina: Colombia, laboratorio de embrujo) Más cínico fue el hecho de que en el mismo período el ejército, ante numerosas denuncias, comenzó a abrir oficinas de derechos humanos en todas sus bases en un intento por limpiar su imagen a la vez que asume un papel que pertenece esencialmente a la sociedad civil. Es dudoso que individuos seleccionados del ejército responsables de los derechos humanos sería el más adecuado juzgar las violaciones cometidas por la misma institución militar. Esto es aún más dudoso leyendo un informe confidencial de 1995: '.. .el subversión, directa o indirectamente, tiene una correlación con las organizaciones no gubernamentales, especialmente los de izquierda, el doméstico que, apoyada por dinero extranjero y manifiesto de acuerdo con grupos de izquierda, han lanzado una ofensiva contra el estado y las fuerzas armadas, agrupándolas como sistemática de violadores de derechos humanos. ("Asunto, Coyuntural Nacional de apreciación". Teniente Coronel José Domingo García García, Jefe de Estado Mayor de la Quinta Brigada, 2 de Marzo de 1995)
General Herminio Sánchez Vargas, en su tesis desde el Colegio Interamericano de defensa (conocida como la escuela de las Américas) va aún más lejos. Enlaces de la organización de derechos humanos con el logro de capital 'del secuestro, el tráfico de drogas y asaltos', afirmando que 'a nivel internacional la actividad de la narcoguerrilla se concentra en el uso de las ONG para denunciar violaciones de derechos humanos cometidas por las fuerzas armadas' y que, ' para lograr sus objetivos utilizan convicción y palabras... aspectos más peligrosos que las armas y los ejércitos. ("Las ONG de derechos humanos en Colombia". Ejército de Colombia, Monografía, Colegio Intramericano de Defensa. Washington (Abril 1997))
Tales actitudes pueden verse a formar parte de la doctrina de seguridad nacional, una estrategia que Estados Unidos ha impuesto en toda América Latina desde el comienzo de la guerra fría. La política exige un estricto control sobre los conflictos sociales en los países que se considerarán que existen en la Estados Unidos "zona de influencia", de silenciamiento y de la marca como un enemigo interno cualquier movimiento que desafía a los intereses de expansionismo de Estados Unidos. En Colombia la doctrina ha tomado varias formas, más recientemente con la política de seguridad democrática. En este programa, apoyado por el Presidente Álvaro Uribe, esta caracterización de las organizaciones de derechos humanos como parte del enemigo interno ha sido volver a asumido con fuerza: se ha convertido en parte de su programa político, empeorando aún más la estrategia represiva se centró contra ellos.
Estrategia de Uribe de estigmatización
La deslegitimación de los defensores de los derechos humanos en Colombia es una estrategia política bien establecida. Una estrategia política que ha sido sistemática a lo largo de la Presidencia de Álvaro Uribe. Desde su primera elección en 2002, a través de procedimientos penales sin fundamento o dañinas declaraciones públicas, funcionarios colombianos han intentado desacreditar, desestabilizar y estigmatizar el trabajo de ambas organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales. Trabajo en un entorno que, por su propia naturaleza, conlleva un enorme riesgo, esta estigmatización, desde la propia institución que debe ofrecer protección, mejora considerablemente los peligros encontrados. Si no fuera por su carácter sistemático, la práctica podría llamarse temeraria. El hecho es, sin embargo, no hay nada en todo temerario sobre su implementación: es una estrategia política dirigida a silenciar a los críticos potenciales.
La estigmatización de los derechos humanos a menudo se centra en acusaciones infundadas de complicidad directa o indirecta de la guerrilla. Así como generalmente creando un ambiente más peligroso, tales declaraciones conducen a menudo a represalias para ésos estigmatizada. A pesar de esta preocupante realidad y numerosas condenas, tanto nacional como internacional, la estrategia ha continuado sin cesar.
En los primeros años de la Presidencia de Uribe, ya se veía la presencia de esta estrategia. En septiembre de 2003, el Presidente declaró a varias organizaciones de derechos humanos "los políticos al servicio del terrorismo," acusándolas de usar la "bandera de los derechos humanos con el fin de deshacer el trabajo de la fuerza pública colombiana sociedad en hacer áreas seguras del terrorismo." Como consecuencia de la denuncia, varias organizaciones de derechos humanos presentaron una tutela (un procedimiento legal contra el estado) ante el Tribunal Constitucional. A pesar de la sentencia de la corte, T-1191, reiterando las responsabilidades del estado, en 2004 las acusaciones continuaron.
En sus informes anuales de 2003 y 2004 tales acusaciones fueron condenados por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los derechos humanos. Los comentarios del informe de 2004: ".. .algunos declaraciones públicas de alta clasificación funcionarios que cuestionar exhibición indiscriminada de la labor de defensores de derechos humanos y sus organizaciones contribuyen a la polarización y aumentar los factores de riesgo que enfrentan estos defensores...'.
El mayor riesgo a que se refiere el informe de hecho ha sido experimentado por varias víctimas de estas estigmatizaciones públicos. En febrero de 2007, dos días después el Presidente Uribe acusó a políticos de la oposición de ser "terroristas camuflados como civiles," 70 líderes defensores de los derechos humanos y ONG colombiana recibió amenazas enviadas por correo electrónico de un grupo paramilitar que se autodenominan las nuevas águilas negras de generación. Como el primero de los derechos humanos, los Estados Unidos basado en la organización, informó en el momento, correo electrónico de los paramilitares repitió la misma acusación, usando el mismo lenguaje, como la declaración de Uribe cuarenta y ocho horas antes. La relación entre amenaza de paramilitar y Uribe comentario es palpable.
Sin embargo no es sólo el Presidente cuyas acusaciones infundadas estigmatizan y mayor riesgo a los defensores de los derechos humanos. Hay muchos funcionarios que pueden desempeñar ese papel. En febrero de 2008, en el plomo hasta una manifestación organizada por la organización colombiana movimiento de víctimas de crímenes de estado (MOVICE), el asesor presidencial, José Obdulio Gaviria, hizo varias acusaciones infundadas contra los involucrados en el movimiento. En una entrevista de radio nacional, el funcionario de gobierno, que es un primer primo de Pablo Escobar, acusó a la marcha de la "organizada por las FARC". A raíz de sus comentarios, los que participan en la manifestación recibieron una avalancha de ataques y amenazas paramilitares, predominante desde la auto denominada águilas negras. A mediados de abril, fueron asesinadas cinco personas implicadas en la marcha. Una serie de instituciones internacionales, incluidas las Naciones Unidas, la Unión Europeay sesenta y tres congresistas de Estados Unidos, condenó los comentarios y los ataques resultantes.
Atención internacional
De hecho fue record de derechos humanos de Colombia que desembocó en el rechazo del acuerdo de libre comercio de Estados Unidos y Colombia en la cámara del Congreso estadounidense en abril de 2008. Desde ese momento, con el intención de empujar a través del acuerdo de libre comercio, el gobierno Uribe Colombia funcionarios comenzaron a concentrarse en criticar y estigmatización de defensores de derechos humanos condenando violaciones internacionalmente. En mayo, en la apertura de un transporte en Montería, Córdoba, Uribe acusó al líder del MOVICE, Iván Cepeda, de simplemente usando su papel en la organización a sus objetivos políticos. "Hay gente en Colombia como médico Iván Cepeda. Utilizan la protección de las víctimas para cubrirse... La protección de las víctimas sirven para ir a países extranjeros y desacreditar al gobierno colombiano y las instituciones colombianas".
En febrero de 2009 en un intento específico para desacreditar a la influencia internacional del grupo recientemente formado y abierto de los políticos y los intelectuales, los colombianos por la paz, el Presidente buscó una vez más a estigmatizar el trabajo general de defensores de derechos humanos acusándolos de un brazo directo de la guerrilla: "bloque intelectual de las FARC, lo que hace es hablar hacia fuera en Europa y en Estados Unidos , diciendo: ' cuidado, Uribe es un paramilitar, no aprueban el Tratado de libre comercio con Colombia, Uribe es un paramilitar y viola los derechos humanos. Bloque intelectual de las FARC chocan con la verdad porque esto es el Gobierno que ha traído de nuevo confianza a Colombia."
La paradoja de esta estrategia, dirigida a silenciar o desacreditar la oposición mientras que mejora la imagen de Colombia en el extranjero, es que la propia adopción de la estrategia implica el gobierno de Uribe en tanto una deliberada falta de respeto para las organizaciones de derechos humanos legítimos y la participación directa en el aumento de abusos de los paramilitares. 02 de marzo de 2009, después de que Uribe acusara una delegación en la Comisión de trabajo y Educación de ser motivado por el "odio político", uno de sus miembros, Lina Malagón, un abogado de la Comisión Colombiana de Juristas (CCJ), recibió un fax del bloque Capital de las águilas negras que declaró "objetivo militar". Como con muchas de las acusaciones infundadas hechas por el gobierno de Uribe, el caso de Malagón fue condenado por una serie de organizaciones internacionales de derechos humanos.
Aunque las estigmatizaciones continúan recibiendo condena de ambos dentro y fuera de Colombia, la estrategia ha sido implacable. Su continuación no sólo ignora las demandas de las organizaciones internacionales, convoca a las normas colombianas: hay acuerdos UN y directivas presidenciales que prohíben tales declaraciones. De cualquier funcionario del gobierno, que solo el propio Presidente. (Acuerdos internacionales véase A/Res/53/144, declaración de la Asamblea General de ONU sobre el derecho y deber de los individuos, grupos y órganos de la sociedad de promover y proteger universalmente reconocidos los derechos humanos y las libertades fundamentales (1998) y antecedentes. Para las directivas presidenciales ver Directiva Presidencial 07 de 1999, Directiva Presidencial 07 de 2001 y también Directiva 09 de 2003.)
No es sólo colombiano de los derechos humanos las organizaciones que han sido víctimas de esta estrategia de estigmatización. En numerosas ocasiones el Presidente ha hecho explosivas declaraciones cuestionando la legitimidad y la parcialidad de la labor de las organizaciones internacionales de derechos humanos respetados. En los últimos meses de 2008, Human Rights Watch y Amnistía Internacional, dos organizaciones ampliamente reconocidas, publicaron una declaración conjunta condenando tanto generales como específicas acusaciones de Uribe contra las organizaciones. El presidente acusó a la Directora de Human Rights Watch, Jose Miguel Vivanco, de ser "cómplice" y un "partidario" de las FARC. Como Vivanco respondió en la sala de prensa: ' esas acusaciones ridículas son sintomáticas de una administración que se niega a rendir cuentas de lo que hace. En lugar de tomar en serio los problemas del país los derechos humanos, el gobierno de Uribe ha intentado desviar la crítica simplemente acusando a los críticos - no importa lo que son - de tener vínculos con la guerrilla. De hecho, después de la reciente liberación de 2010 de un informe de Human Rights Watch, titulado herederos de los paramilitares: la cara nueva de la violencia en Colombia, el Ministro de defensa, Gabriel Silva, descarta el informe como motivado por la "orientación política e ideología..."
En septiembre de 2009 se lanzó una campaña nacional e internacional pidiendo un cambio fundamental en la actitud del gobierno a los defensores de los derechos humanos. Lleva el título Colombia: defensores de los derechos humanos bajo amenaza, la campaña ha reunido a más de 270 organizaciones de derechos humanos de todo el mundo.
El derecho a defender los derechos humanos en Colombia está todavía muy lejos de ser alcanzado. Que se remonta a la época del Presidente actual Álvaro Uribe y suponiendo una intensidad aún mayor durante su reinado, ha habido un proceso deliberado y planificado de deslegitimación, estigmatización y hostigamiento de defensores de derechos humanos. Mientras que esta estrategia ha buscado abiertamente debilitar el impacto de su trabajo, ha sólo destacó además la indiferencia total por defensores de derechos humanos del gobierno colombiano. Tal es la naturaleza de la batalla por los derechos humanos, como las fuerzas opresivas tratan de silenciar y reprimir, la lucha de esos mismos derechos crece más fuerte. De hecho en el caso de Colombia esta resulta verdadera.